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miércoles, 15 de mayo de 2013

Punto y seguido.

Solían decirme que cuando una etapa termina, comienza otra. Quizás sea así, o quizás no. Hay cosas que terminan, y no vuelven a empezar.
Yo siempre fui de las que pensó que todo final debe ser digno de despedida. Terminar. Lo que sea, has acabado con eso, le has puesto un punto final a lo que, a veces, sustituiste por comas o punto y seguido.
La vida te enseña a valorar lo que verdaderamente te importa y a quienes verdaderamente quieres, y aprendes a saber lo que es un problema de verdad, y a lo que el resto llama problemas.
Dieciséis años no son nada. Miro a mi abuelo todas las tardes fumarse un cigarro (aunque últimamente abusa y consume el medio paquete), y mojarse los labios con el café que se prepara, tan negro como maduro. No, mi edad no es nada comparada con la suya, pero él a mi edad también le ponía punto y final a lo que hoy le pongo yo.
Al dormir, todas las noches, necesito pensar en algo para conciliar el sueño. Y últimamente, no dejo de pensar en los que me rodean, en los que me quieren y a los que quiero.
Y se me vienen a la cabeza dos palabras: Un mes. En un mes, muchos de nosotros seguiremos construyendo nuestro camino profesional, y ya no nos volveremos a ver hasta nadie sabe cuándo. Y no soy negativa, sino realista. Tampoco positiva.
“Esta mañana me levanté, como cualquier día de los que hemos vivido. El primer pie que puse en el suelo, fue el derecho. Mi madre suele decir que da fuerzas para que el día vaya bien. Me miré al espejo justo tras lavarme la cara, y sonreí. Aunque quizás no sea la sonrisa de siempre. Me dirigí a la cocina y encendí la cafetera. La ropa ya la tenía pensada desde hacía mucho tiempo, y no tardé ni cinco minutos en vestirme. En cuanto a pintarme… todos sabemos que cualquier mujer dura unos cuantos minutos, pero en esta ocasión fueron más porque la ocasión lo merecía.
Llamé a una amiga, y le dije que nos veíamos en media hora, que me esperara. Ella siempre me había esperado, ella siempre había estado durante tantos años. Y como ella, otros varios más, que jamás me habían dejado en los malos momentos.
Los recuerdos se me venían a la cabeza mientras cruzaba el paso de peatón. Decidí ponerme los cascos y escuchar esa canción que nos había marcado, esa canción que nos unió a todas mis amigas y a mí. Mi canción favorita.
Olí el aire fresco, este aire que solo se huele y se siente en el Estrecho de Gibraltar, y sonreí. Esta vez fue de verdad, como lo había hecho durante tanto tiempo. Minutos más tarde, después de algunas canciones, estaban mis amigos aquí. He estado mucho tiempo pensando qué deciros en mérito a todo lo que hemos hecho. Hoy os pido a todos que cerréis los ojos y recordéis, o penséis lo que habéis vivido aquí. Parece un lugar insignificante, al que todos tienen asco, incluída yo. Pero, si te paras un momento, un instante, te das cuenta de que aquí has conocido a los que forman parte de tu vida, y seguramente, aquí has conocido a personas muy importantes.
Para terminar, quiero desearos suerte, tanto en vuestra vida como en vuestros estudios. Que luchéis por lo que queréis y proponéis, hasta llegar a conseguirlo. En fin, gracias a todos.”
Esas fueron las palabras que quise decir el día que me gradué, el día que cada uno de mis amigos y compañeros, labraba su camino.
Creedme que de muy pocos volví a saber algo. Los momentos que vivimos juntos, fueron los momentos que me hicieron madurar, tanto los buenos, como los malos. Y si digo que todo fue felicidad, sería una persona falsa, no estaría diciendo la verdad.
Supongo que a día de hoy todos tendrán una familia o, al menos, su vida hecha. Hace tiempo que no sé nada de ninguno de ellos, aunque tuviera contacto con pocos, llegué a perderlo. Y es entonces cuando te das cuenta como de la noche a la mañana lo pierdes todo, acaba todo sin que tú puedas dirigirte a tu habitación, coger tu lápiz favorito del lapicero y poner ese punto y final.
Me gustaría acercarme a mi amiga, saber de su vida, hablar con ella hasta saber dónde está el resto, e ir también a visitarlos. Pero las cosas no son a veces como uno quiere, y yo, que siempre había pensado en casarme con un hombre y hacer mi familia, no lo conseguí.
No siento frío, porque estoy a gusto. Y pocas personas lo están aquí, pero es todo mucho cuento, luego comprendes que no es tan grave ni tan malo como comentan. Nadie sabe lo que daría por oler de nuevo al amargo café del abuelo, porque el aire de mi ciudad moviese mi melena, por ver a esa amiga que siempre llegaba tarde, o simplemente por levantarme con el pie derecho como siempre dijo mi madre.
Desde aquel día, nadie volvió a saber nada más de mí. Ni siquiera yo. Hacía mucho tiempo que se había hablado de que un importante bando de pederastia había escapado de una cárcel de Almería, y quizás estuviesen en la ciudad con la intención de escapar del país cruzando a la mínima de cambio la frontera de Gibraltar.
Y me tocó a mí, como a muchas víctimas más. Mi madre siempre me dijo que me pusiera los cascos de música en casa, que nunca me los pusiera en la calle. Pero yo, para variar, nunca le hice caso. Y ahí fue, mientras iba preparada para pasar uno de los mejores días de mi vida, y mientras cruzaba ese paso de cebra, donde la furgoneta no dudó un segundo en meterme dentro y secuestrarme.
Nadie debe ser digno de acabar con la vida de otra persona sin motivo alguno, ni siquiera con motivo. Mis amigos y mi familia no supieron que había muerto hasta que la policía, años después cerró el caso. Puedo contaros que ellos están en la cárcel, sí, pero sin cadena perpetua. Aunque, eso no quiero comentarlo, porque no merece la pena.
Últimamente solo me dedico a observar desde arriba como está mi madre, y, por suerte o por desgracia, han pasado muchos años y pronto estaremos juntas aquí, en este lugar tan mágico.
El día de la graduación, seguro que fue increíble para todos mis compañeros.
Doy por hecho que jamás se olvidarán de la gala, de la cena, de la fiesta. Y os aseguro que no me equivoco.
Solían decirme que cuando una etapa termina, comienza otra. Quizás sea así, o quizás no. Hay cosas que terminan, y no vuelven a empezar.
Y yo no tuve una despedida, como siempre pensé que debía tener un final. Así que, desde aquí os digo que no creáis en los finales.  Ningún final existe, si vosotros no lo permitís.
Y mi final no ha acabado, porque estaré aquí por los siglos de los siglos. Punto y seguido.
                                                                                                                
                                                                                                             Blanca Bernal Mesa



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